viernes, 6 de mayo de 2011

"Yo soy" Martín Lutero por Cristobal de la Guarda


Nací 10 de noviembre de 1483  en la ciudad alemana, mis padres son Margarita Ziegler y Juan Lutero. Mi  infancia trascurre en una situación de extrema pobreza que incluso obliga a mi madre a salir a los bosques a recoger leña que luego llevaba sobre sus espaldas para poder venderla y así poder contribuir a la endeble economía familiar, de la misma manera que lo hacen miles de mujeres salvadoreñas.
Yo era un niño vivaz y alegre, que al ir a la escuela pronto se ganó la amistad de sus compañeros así como aprendió rápidamente los 10 mandamientos, el Padre Nuestro, himnos, salmos y oraciones. Cuando yo cumplí  once años fue enviado a estudiar a la ciudad de Magdeburgo, y un año después a Eisenach, ciudad en la que él mismo tuve que costear sus estudios cantando de puerta en puerta junto con otros niños el "Panem propter Deum" (Pan por amor de Dios).
En 1501, ingrese a la Universidad de Erfurt a estudiar filosofía. Fue un estudiante muy aplicado al estudio, fui carácter alegre y que iniciaba el día con oraciones y asistiendo a la iglesia.
De esa  época él señalaba que: "haber orado bien, adelanta en más de la mitad el trabajo de estudiar".precisamente en la Universidad de Erfurt, en su biblioteca, que un día descubre la copia de una Biblia Latina. Para mi fue un descubrimiento maravilloso, embargado de emoción estrechó la Biblia contra su pecho y empezó a leer palabra por palabra, debe tomarse en cuenta que en aquella época la Biblia era un libro clandestino.No existía aún la imprenta y todos los libros eran manuscritos en hebreo, griego o latín. Yo me encargaría unos años después de traducir la Biblia al alemán y de esta forma devolver la Sagrada Escritura al pueblo, a todos los creyentes.
En 1505 me gradúo de Doctor en filosofía, luego de vencer una grave enfermedad que lo mantuvo en cama por varios meses, este tiempo le sirvió para reflexionar sobre la pregunta: ¿qué es lo que debo hacer para ser salvo ? a lo que se respondió que la vida en un convento con sus ayunos, oraciones y vigilias era el camino mas seguro para la salvación.
 Mi decisión de entrar en el convento se fortalece como resultado de una experiencia vital. Un día regresando de la casa Paterna en Mansfeld, le sorprendió en el camino una fuerte tempestad que lo hizo esconderse en un árbol, de repente un rayo cayó cerca de él y lo lanzó al suelo. Era la señal que esperaba, la decisión estaba tomada y solo me faltaba implementarla. Mi  regresó a la universidad y convoco a sus amigos para confesarles la decisión de ingresar al convento. Esa misma noche, tocó las puerta del convento de los agustinos en Erfurt, y a los 21 años se alejaba del mundo, de la Universidad y de mis amigos. Se convierte en el Fraile Agustín. Era un 17 de julio de 1905, su vida tomaba así un giro definitivo, el niño pobre que cantaba de casa en casa, el estudiante alegre y talentoso, iniciaba el camino que lo conduciría a la reforma de la Iglesia.
Con mi ingreso al convento, Martín Lutero daba los primeros pasos, en la ruta que lo conduciría unos años mas tarde a conmover los cimientos de Europa Medieval y abrir las puertas a una nueva época, a una nueva manera de ser Cristiano y de ser Iglesia.
En mi convento, la admiración inicial que produce su ingreso se transforma velozmente en rechazo y obligan al "Doctor" a realizar las faenas mas agotadoras: limpiar la iglesia, barrer las celdas de los frailes, hacer mandados, etc. Y cuando terminaba todas las tareas le ordenaban salir a la ciudad, con el saco en el hombro, a pedir limosna de puerta en puerta.
Pero estas pruebas no lo amilanaban, sino que las cumplía con gusto ya que eran el camino que él había decidido para alcanzar la salvación. Algo que sí le afecto, pero que tuvo que tolerar, fue la cruel decisión de sus superiores de prohibirle la lectura. Este fue un golpe bajo que también tuvo que asimilar con paciencia y resignación.
Posteriormente, y gracias a la intervención de la Universidad de Erfurt, Martín es relevado de sus ocupaciones de hacer limpieza y se le permite dedicarse a mi libros. El se lanza de lleno a la lectura de la Biblia.
Como un dato curioso es de señalar que la mi Biblia encuentra en el convento se halla sujeta a la pared, con una pesada cadena, ya que en esa época las Biblia costaban una fortuna y había que guardarlas con mucha seguridad.
A mis 26 años, en 1509 por influencias directas del Dr. Staupitz, Martín es nombrado Catedrático de Filosofía en la recién fundada Universidad de Wittenberg. Ese mismo año se graduó de Bachiller en Teología e impartió Cátedra de Teología Bíblica.


En el año 1546  murió. Los últimos años de su vida habían sido de cuidados y amarguras, pero su muerte fue la de un cristiano que como Pablo, había peleado la buena pelea, había guardado la fe y esperaba el galardón que el Señor, el justo juez, le daría en aquel día.


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